Mi primera experiencia Lésbico-Fetichista


Introduction:
Norma y la belleza de sus piernas me tenían obsesionada

Como he expresado ya en relatos anteriores, soy una fogosa bisexual fetichista de pies femeninos, y si es que han leído mis relatos, verán que sólo me había limitado a narrarles acontecimientos de corte fetichista ocurridos con mis amantes varones.

Hace poco tuve un reencuentro incidental con una ex amante femenina, de hecho fue la primera con quien compartí experiencias de corte fetichista, ya que es poseedora de una espectacular belleza y hermosura, y en particular posee el más perfecto y sensual par de piernas, y el par de pies más sexys y atractivos que son capaces de volverme loca de placer y excitación.

Hoy me propongo relatarles cómo es que comenzó mi locura por esos hermosos pies…

Su nombre es Norma, y a la sazón era mi compañera de clases cuando ambas nos encontrábamos cursando el primer año de bachillerato, allá en la década de los 80´s. Debo, antes que nada, decir que en cuanto a la moda, la mayoría de la moda ochentera me parecía aborrecible, en particular la de los zapatos, pues los colores fluorescentes, los estoperoles, moños, encajes, hebillas y botas de gamuza a los tobillos; me parecían punto menos que aborrecibles…

Estudiábamos en un Colegio femenino muy conservador administrado y dirigido por monjas de la orden josefina, y por reglamento nos obligaban a usar un uniforme al que odiaba cordialmente, entonces solía pensar que si esas monjas josefinas pudieran, nos habrían obligado a vestir los mismos hábitos que ellas usaban. En particular, del uniforme odiaba la larga falda de tablones de tela escocesa, las gruesas y largas calcetas que debíamos portar hasta las rodillas, pero mi odio más acendrado, lo recibían los zapatos escolares negros de hebillas y gruesa suela crepé.

Todos estos elementos del atuendo escolar, parecían ser producto de una conspiración tramada con el único y perverso objetivo de no dejarme lucir, lo que en mi opinión era uno de mis mejores atributos personales, me refiero a mis piernas. Sin ánimo de parecer pretensiosa, debo decir que poseía un par de bien torneadas piernas, así que cada vez que podía, doblaba la pretina de mi falda varias veces sobre sí misma para reducir así la longitud de la prenda y convertirla automáticamente en una minifalda, pretextando calor bajaba las largas calcetas hasta los tobillos, y entonces me dedicaba a disfrutar el efecto magnético que mis piernas ejercían en las miradas masculinas.

Norma también solía desafiar el reglamento escolar concerniente a la portación del uniforme, y me regalaba así el portentoso espectáculo de sus hermosas extremidades. Solía extasiarme contemplando la perfección de sus muslos, la turgencia de sus pantorrillas y las delicadeza de sus tobillos, casi me obsesioné con la idea de contemplar el resto de sus pies desnudos, fantaseaba con la perfección de sus talones, con la curvatura de su arco plantar, la perfección de sus dedos; mi vagina se humedecía con sólo imaginar el aroma de sus pies, con poder lamer sus dedos y en sentirlos penetrando mi húmeda vagina para hacerme estallar en intensísimos orgasmos.

Como seguramente se imaginarán, Norma y sus bellas extremidades eran continuos protagonistas de mis fantasías sexuales e inspiración del desfogue masturbatorio con el que entonces aliviaba mi obsesión.

En una ocasión, recuerdo que era una fiesta de Halloween, Norma apareció ataviada con un sexy y entallado minivestido negro, pero lo que me pareció más erótico y atractivo de su atuendo fue un par de largas y elegantes botas negras de tacón alto, le llegaban arriba de la rodilla, a medio muslo. Bajo las botas calzaba un par de sexys medias de encaje con ligueros, un gran bolso negro, grandes lentes obscuros y una corta y lacia peluca rubia complementaban su atuendo. Tan extasiada y excitada como estaba, tardé algunos minutos en reconocer su disfraz, era la vestimenta de Julia Roberts en Mujer Bonita.

En un momento determinado, nuestras miradas se entrecruzaron y me sonrió mientras agitaba su mano a manera de saludo, y continuó mascando un imaginario chicle acorde con el personaje que encarnaba. Crucé el salón como hipnotizada, me dirigí a ella como polilla a la luz, cuando llegué hasta donde se encontraba, sentí una agradabilísima sensación de calor y humedad en mi bajo vientre. Me sentí un poco estúpida, pues yo no había acudido disfrazada. Elogié su atuendo, tratando de evitar ser muy obvia en la fascinación que su belleza y hermosura ejercía sobre mí. Halagué en particular el hermoso y sexy par de botas, y cuando hice la pregunta obligada sobre la boutique donde las había adquirido, tuve mi primera gran decepción, pues ocurría que las había comprado en un viaje reciente a la Cd. de Los Angeles, California. Mi segunda y aún mayor decepción ocurrió cuando un galancete disfrazado de pirata apareció para invitarla a bailar, la vi alejarse hacia la pista de la mano de aquel adolescente filibustero y lamente no tener a mano un alfanje, o un sable con el cual retarlo a un duelo para disputarnos el ganar el privilegia de tan hermosa y sensual compañía.

El insistente toque de un dedo en mi hombro me regresó a la realidad y al siglo XX, era un mozalbete disfrazado de contralmirante y con el pelo ridículamente engominado quien hacía ademán de invitarme a bailar. Resistiendo mi automático impulso de mandarlo a la mierda, decidí acceder, cruzamos el salón y nos fuimos a ubicar justo al lado de Norma. Aún no sé el por que, pero en aquellos 80´s bailábamos en hileras, los hombres de un lado y las mujeres del otro, así que me pasé gran parte de la velada junto a la dueña e inspiradora de mis anhelos orgásmicos.

Después de bailar un rato, Norma me pidió que la acompañara al baño, acudimos juntas, la observé discretamente por debajo de la mampara que separaba cada cubículo en el que se encontraba cada inodoro, vi sus piernas separadas al sentarse, y la imaginé con su vulva desnuda y expuesta, la sola idea me excitó al punto de sentir una oleada de rubor recorriendo mis mejillas y un agradabilísimo calorcillo encendiendo mis entrañas, y cuando la escuché lanzando un sonoro chorro de orina, mi vagina se estremeció en concéntricas contracciones, casi dejo escapar un gemido cuando la escuché suspirar profundamente luego de soltar el chorro.

En cuanto salió del baño, hablamos animadamente de la fiesta y allí me contó que el pirata era su novio, que tenían algo de tiempo saliendo y que este la presionaba para tener sexo. Ella no quería terminar la relación y le había prometido masturbarlo y prodigarle sexo oral hasta que se viniera en su boca e incluso tragarse el semen, con la condición de conservar intacta su virginidad. Me extrañó que me confiara ese tipo de intimidades, pues si bien no éramos unas desconocidas, tampoco resultábamos ser amigas íntimas. Bueno, no hasta entonces…

En el bachillerato todo mundo sabía que yo tenía vida sexual activa y por ende experiencia suficiente como para aconsejar en esa materia a una inexperta, así que no me extrañó, más bien me resultó esclarecedor cuando me pidió consejo y asesoría para saber cómo debía practicarle el sexo oral a su novio. Entonces atisbé una ventana de oportunidad, y aprovechando los días de asueto que se avecinaban, pacté junto con ella instruirla en el sensual arte de la felación hasta convertirla en toda una maestra. Impuse sin embargo como condición que lo haría a cambio de que ella me prestara sus botas en alguna ocasión, y también le pedí que consiguiera un par de película porno, algunas paletas redondas de caramelo, un plátano; y sobre todo, que contáramos con la suficiente intimidad y discreción para practicar. Ella aceptó encantada todo cuanto le propuse, y quedamos de vernos en la tarde del día siguiente en su casa.

Ese día era un sábado, el resto de su familia había decidido salir al cine y a cenar. Ella, pretextando un examen venidero en una materia que siempre le resultaba difícil, justificó mi presencia fingiendo que yo era de las más aventajadas alumnas en esa disciplina, por lo que había solicitado mi asesoría para que estudiáramos en equipo. No pude evitar el sonreír cuando dijo esto, pues al menos en parte, resultaba cierto.

Apenas se había marchado su familia, subimos corriendo hasta su recámara para poner la videocasetera en funcionamiento, son nuestro plan predeterminado, tuvimos la precaución de cerrar la puerta con seguro, adelantamos las imágenes hasta llegar a una escena que incluía una felación y aplicamos la función de play…

Mientras la imágenes de la pantalla mostraban a una Porn-Star devorando una enorme verga, la hermosa cara de Norma dibujaba un gesto de repugnancia.

Detuve la reproducción de la cinta y puse en marcha mi propio plan de acción, empecé por explicarle que de ninguna manera una buena mamada se da de forma inmediata y directa, que es necesario crear un preámbulo apropiado, y que se debe ir incrementando progresivamente la estimulación sobre las zonas erógenas de los hombres hasta llegar a la felación en sí; pues de otra manera resultaría insulsa y mecánica.

Entonces le pregunté cómo es que solía estimular a su novio durante los fajes, resultó que mi hermosa aprendiz era más bien pasiva, y que por retribución erótica solo solía dar besos de lengua y lamer el cuello y los lóbulos auriculares de sus novio, me contó que sólo lo dejaba lamer y mordisquear su cuello, y tocar sus muslos sin llegar a su vulva, que la fiesta pasada su novio le intentó extraer uno de sus senos por el pronunciado escote de su minivestido para lamer su pezón e introdujo sus dedos por debajo de su tanga, lo que le había agradado. Pero que también la asustó, pues temía que sus dedos desgarraran su delicada membrana himeneal.

El miedo y el pudor la hicieron resistirse, y como resultado, el faje terminó con los mismos efectos que una ducha de agua fría; y más grave aún en un pleito que sólo podía reconciliarse con otro faje apasionado de final feliz.

Le pedí que se calmara, pues el relato de lo ocurrido la había vuelto a poner un tanto angustiada, le expresé que en el sexo es necesaria la relajación y que el peor enemigo del erotismo es el estrés y la angustia. Le aconsejé que cerrara los ojos mientras le daba un masaje para que se relajara, ella obedeció confiada mientras mis dedos masajeaban su cráneo, cuando luego de unos minutos, mis manos llegaron a la parte posterior del cuello, ella se encontraba mucho más relajada. Continué masajeando con delicadeza y suavidad su cuello hasta que la escuché lanzar un hondo suspiro…

Sin dejar de masajear su cuello, me acerqué hasta su oído, le pedí que continuase con los ojos cerrados, pero que ahora imaginara que era su novio quien la estaba tocando y besando, agregué que lo haría sólo para demostrarle cómo se debía hacer, y para que aprendiera como volverlo loco de placer, su silencio y continuar con los ojos cerrados fue la tácita respuesta aceptación.

Pasé mi nariz olfateando su largo y delicado cuello, mi respiración emitida a través de mis fosas nasales fue el preámbulo de un ligero beso en la base del cuello, ella se estremeció al sentir el contacto, temí que no fuera por placer y me quedé como petrificada esperando su reacción reprobatoria, luego de torturantes segundo de incertidumbre, nada…ella continuaba con los ojos cerrados.

Volví a besarla, esta vez de forma un poco más intensa, pude notar entonces por el ritmo de su respiración que lo estaba disfrutando, cuando emplee mi lengua para lamer su cuello, incluso dejó escapar un ligero y ahogado gemido de placer, llegué hasta su oído, lamí su pabellón auricular y trémula de excitación musité su nombre entre gemidos entrecortados.

Norma abrió los ojos como quien despierta de un bello sueño, ambas sonreímos con cierta complicidad, y yo pretendí seguir con la farsa de actuar como lo haría su novio, pero que esta vez ella sería quien replicara la lección recientemente dada como si tratase de retribuirle de la misma manera a su novio. Ella replico con evidente torpeza el recorrido de estimulación a través del cuello, no obstante su inicial torpeza, logró ponerme bastante excitada, excitación que no decayó cuando incluso musitó en mi oído el nombre de su novio entrecortado por gemidos.

Nos separamos pretendiendo continuar con nuestro cometido, la verdad es que ambas empezábamos a excitarnos, para disipar la tensión le comenté que acorde con el lenguaje coloquial y usando la analogía del base-ball, habíamos llegado apenas a primera base.

Le pregunté si quería llegar a segunda, ella me preguntó que incluía segunda, a lo que contesté que implicaba contacto de la cintura para arriba con y sin ropa, ella lo dudó un poco, pero cuando le expliqué que para masturbar y felar a su novio debía llegar a tercera base, dejó su reticencia atrás, cerro sus ojos y estiró en cuello echando la cabeza hacia atrás como indicándome a la vez su aceptación y desde donde debía continuar. Me apliqué con delicadeza y maestría a estimular su cuello, mientras que lentamente me apoderaba de sus teta, que si bien no eran nada espectaculares, si eran bastante sexys y turgentes. Descendí hasta el escote de su blusa, desabroché con la boca su botones y sin prisa deslicé mi lengua por el surco intermamario mientras mis manos acariciaban su espalda y alternativamente desabrochaban su brassiere.

Cuando por fin lo desabroché, deslicé la prenda hacia afuera de su blusa a la que ya había desabotonado por completo para reclamar como trofeos el par de rosados y erectos pezones. Tracé círculos concéntricos con mi lengua alrededor de sus areolas, sus pezones se irguieron como reclamado mi atención, cuando llegó su turno los lamí con parsimonia y delicadeza y luego los succioné para terminar dándoles pequeños mordiscos sin ejercer mucha presión. Norma gemía con cada libación a sus pezones e incluso se retorcía como presa de una convulsión con cada uno de mis mordiscos. En ese momento supe que ese día llegaría sin duda a tercera base con Norma, así que haciendo un enorme esfuerzo de autodisciplina, me separé de succionar sus tetas para continuar con mi farsa de pretender ser su novio.

Norma me preguntó un poco escéptica si también a los hombres les agrada que les estimulen los pezones, a lo que contesté afirmativamente, e incluso le dije que toda buena mamadora de verga, demuestra de lo que es capaz con su lengua primero en los pezones de su macho, que se trata de un preámbulo que generalmente va acompañado con sobar su entrepierna comenzando desde la cara interna de los muslos, y que acaba con masturbarlos sacando por completo su verga para de allí proceder a la felación, que marca el límite entre segunda y tercera base.

En cuanto norma me preguntó cómo es que lo iba a ensayar conmigo, le dije que para tal efecto, le había pedido el plátano y la paleta tutsi-pop. Coloqué el plátano justo debajo de mi ropa interior y comencé a guiar la boca de norma por mi cuello, ella repasó las lecciones anteriores mejorando con creces en cada intento, cuando sus labios rozaron mis pezones, sus manos estimulaban la cara interna de mis muslos como le había indicado.

Cuando su maravillosa boca se apoderó de mis pezones, comenzó a estimularlos hasta que me arrancó un hondo gemido, sentía sus manos crispadas aferrando el plátano por encima de mi ropa, y por lo que pude percibir, lo estrujaba con torpeza. Temí que lo batiera por completo bajo mi ropa interior y cuando trataba de acomodar su mano para indicarle el movimiento de avancarga y retroceso que debía hacer, sentí su primer mordisco en mis pezones.

Gemí y me contorsioné de placer, ella se emocionó tanto del efecto que sus candentes caricias estaban ejerciendo en mí, que comenzó a succionar y mordisquear frenéticamente, hasta que me hizo sentir dolor, por lo que me separé con brusquedad pero haciéndole saber que me había agradado.

Ella se disculpó y me preguntó que me había parecido su incursión en la segunda base. Reí complacida y le dije que si continuaba así, seguro llevaría a su novio, no a la tercera base, sino directo al paraíso. Agregué que debía trabajar un poco más con su técnica para asir y masturbar la verga, en este caso representada por el plátano, con el cual le mostré como tomarlo y que presión ejercer sobre él, así como el ritmo de vaivén que debía prodigarle para masturbarlo.

Ella escuchó atentamente cada una de mis explicaciones, mientras yo desenvolvía la paleta de caramelo para mostrarle como debía lamer con su lengua el glande de una verga, ella tuvo la candidez de preguntarme cómo se sentiría que le mamaran la verga, a lo que desde luego no pude contestar por obvias razones. Estaba entonces por brillar por mi insapiencia, cuando me surgió una idean que me permitió no sólo tratar de explicarle, sino también continuar compliendo mi anhelada fantasía…

Le pedí que extendiera su pie, y que imaginara que su dedo pulgar era una verga, la punta de su pulpejo sería el glande, y el resto representaría el tronco de la verga. Tomé su exquisito pie entre mis manos, y lo aproximé a mí, tomé la posición de cuclillas mientras manipulaba su dedo pulgar explicando cómo masturbarlo, ella respondía con monosílabos cada vez más entrecortados a mis preguntas de verificación, cuando procedí a explicarle como lamer una verga totalmente erecta usando a su dedo como sustituto, por verificación obtuve un hondo suspiro, los gemidos que siguieron cuando engullí por completo su dedo en mi boca, me dieron la valentía para continuar la estimulando.

Con mis manos, recorrí la cara interna de sus preciosos muslos, apenas llegué a la vulva, Norma abrió sus piernas aún más, indicándome de forma inequívoca lo que debía hacer a continuación…

Apenas rocé su introito vaginal con mis dedos, sentí la tibia humedad rezumando de su vagina y humedeciendo toda su vulva. Emplee ese delicioso néctar como lubricante para estimular su erecto y sensible clítoris, no ameritó de mucho tiempo para hacerla estallar, ahora empleando mi lengua directamente sobre su clítoris, en un arrollador orgasmo que la hizo estremecerse en forma casi convulsa.

No necesitó que se lo propusiera, apenas recuperó un poco el aliento, tomó uno de mis pies y lo descalzó de su zapatilla, lamió mis dedos, tos y cada uno, lamió mi arco plantar y mordisqueó mi talón. Desde donde ascendió lamiendo y mordisqueando por toda la longitud de mis piernas hasta que llegó a mi vulva que clamaba por su lengua. Apenas sentí su deliciosa lengua en mi vagina, sentí la poderosa inminencia de un orgasmo.

Para ese momento nos encontrábamos ya tumbadas sobre su cama, entonces le pedí que me llevara a home, que conectara un cuadrangular y me cogiera por completo, ella se desconcertó por un instante cuando le pedí que me metiera su verga, pero entonces lo comprendió, y empleando el dedo gordo de su pie derecho, me penetró por la vagina y me bombeó con su hermoso pie hasta hacerme estallar en un potentísimo orgasmo serial.

Luego de eso, nos besamos apasionadamente, jugueteamos y reímos como locas. La tarde aún era joven, lo mismo que nosotras, así que continuamos nuestra respectiva y mutua exploración fetichista ya sin pretender nada más que satisfacer nuestra naciente e intensa lujuria.

Varias horas después, exhaustas y satisfechas, nos bañamos y arreglamos nuestros atuendos lo mejor que pudimos, minutos más tarde arribó su familia y pronto yo estaba de regreso a mi casa llevando como un tesoro una caja conteniendo las botas que Norma me había prometido en préstamo, aunque eran de mi talla, nunca se las pedí por que pretendiera calzarlas, aunque desde luego que eventualmente lo hice, la verdadera razón por la que se las había pedido originalmente, era que pretendía masturbarme oliendo el delicado aroma de sus pies atrapado en esas sexys botas, para aplacar un poco mi obsesión por mi hermosa compañera, y por sus aún más obsesionantes y hermosas extremidades.

Desde entonces fuimos más que novias, amantes. Norma envió directo a la mierda a su apuesto galán y conservó su virginidad intacta, aunque no su ingenuidad. Ella fue mi primera experiencia tanto lésbica como fetichista, y yo la de ella.

Con el devenir del tiempo nos separamos, supe que se había casado poco después de terminar el bachillerato, yo regresé a España, tuve desde luego varias amantes más, incluso más bellas y más avezadas en las artes eróticas, pero siempre se recuerda con un cariño especial a la generadora de primicias.

Hace poco nos reencontramos, ella está convertida en toda una mamá, aún conserva parte de su lozano atractivo, en sus propias palabras dijo haber desertado de las filas del ejército de la masa y la tortilla, y que ahora sólo busca pleito con el general pepino.

Aunque no tan bella como cuando adolescente, me habría encantado rendirle culto culinario a nuestro emblemático alimento junto con ella, y aunque comparto su gusto por los pepinos, lo mío, lo mío, lo mío… en realidad son los tacos de longaniza, todo lo demás siempre me deja con hambre, pero los tacos de patitas de puerca, son para mí, mucho más que un mata hambre, un manjar de una exquisitez de grado gourmet.
Jenny


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